domingo, 4 de abril de 2010

El gatito Leonardo



Leonardo era un gato grande, de color miel
y con rayas marrones que le cubrían todo el cuerpo.
Vivía en casa de María, que tenía 5 años,
junto a su hermanito Pablo y sus papás.
Leonardo tenía una pequeña casita en el jardín,
allí tenía una mantita con la que se protegía cuando se iba a dormir.
A Leonardo, lo que más le gustaba hacer era comer galletas.
Todos en casa de María se divertían mucho con Leonardo
pues era un gato mimoso y simpático
que les recibía en la puerta de casa con un maullido de bienvenida.
María jugaba con él cuando volvía de la escuela,
le tiraba una pelota pequeña y el gatito iba tras ella dándole con la patita.
Tengo que decirte que Leonardo era algo perezoso
y, tras un ratito de juego, bostezaba y se ponía a dormir.
A los gatos les encanta dormir, horas y horas,
casi les gusta más que comer!
Llegó el invierno, los días de lluvía y frío eran continuos.
María se resfrío y tenía fiebre por lo que no podía ir al colegio.
El médico la visitó en casa, les dijo a sus papás que la cuidaran mucho
y al cabo de una semana ya estaría curada para volver a la escuela.
Pablo se acercaba a la cama de María y le traía cuentos y galletas.
Muy despacito, Leonardo se acercaba también a la cama
y de un saltito se subía a ella para ponerse al lado de María.
Entonces maullaba y maullaba hasta que María le acariciaba la cabecita
y, sorpresa, sorpresa, le daba una galleta.
Pasaron los días y María regresó a la escuela.
Mientras tanto, Leonardo jugaba con Pablo que todavía no iba al colegio.
Pasaron los años y María creció, también
Leonardo se hizo mayor hasta que un día se puso malito.
Fue entonces cuando María y Pablo tuvieron que cuidar de él con mucho cariño,
le prepararon una camita y le dieron cada día
las vitaminas que necesitaba para mejorar.
Los dos hermanos dieron muchos mimitos a Leonardo
y también algunas galletas que el gatito recibía con un maullido de felicidad.
En poco tiempo Leonardo mejoró
y volvió a ser el mismo gato simpático de siempre,
jugando mucho, durmiendo y, como no, comiendo galletas.

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