viernes, 18 de febrero de 2011

Enna la vaquita feliz (Mapy)

(Autora Mapy )

Era un hermoso día de primavera, el valle amaneció de un verde intenso con los pastos más frescos de toda la región, Enna hacía rato que se había levantado y correteaba por ellos cantando y de vez en cuando dándoles enormes bocados.

Nuestra amiga era una vaquita muy simpática y cariñosa con unos enormes ojazos castaños y el corazón igual de grande, siempre estaba alegre y siempre tenía una palabra amable para quien la necesitase, todos los animalitos del valle le tenían mucho cariño especialmente los de la granja donde ella vivía.

Petunia la conejita y Blanca la patita eran sus dos grandes amigas, estas eran muy coquetas y tenían unos cuerpecitos muy delgados y toda la ropa les quedaba muy bien. Siempre estaban las tres juntas, pero a diferencia de ellas Enna era algo rollicita y vestía con ropas muy holgadas.

Los animalitos de la granja se reunían todas las tardes para que Enna les contara historias, ya que las contaba muy bien y conocía muchísimas, les cantara pues tenía una preciosa voz o solamente por el placer de su compañía.

Enna era muy feliz y contagiaba de su felicidad a todo el que estuviera cerca de ella.

Pero cuando Enna llegaba a casa no todo era alegría, ella nunca se lo había confesado a nadie, sin embargo al mirarse al espejo cómo hubiera deseado tener los cuerpecitos de sus amigas y que la ropa le quedara tan bien como a ellas, esto la ponía algo triste pero nunca quiso que nadie se preocupara y se lo guardaba para ella.

A mediados de mes pasó por la granja un semental imponente, era un caballo que iba a correr una importantísima carrera y todos los días galopaba varias horas con sus crines al viento dejando admiradas a todas las animalitas del valle.

Enna se hizo muy amiga de él y como sólo iba a estar unos días con ellos se atrevió a contarle su secreto, Iván que así se llamaba el caballo, le confesó una cosa.

- Enna como me caes muy bien te contaré un secreto que debe quedar entre tú y yo.

- Te lo prometo Iván – le dijo Enna - .

- Bien, más allá del valle escondido en un profundo barranco existe una planta llamada cornilo, no te podrás confundir pues es de un intensísimo color naranja, tienes que comer cien de ellas al día, durante tres días después caerás en un profundo sueño del que despertarás al cabo de una semana y tus problemas habrán terminado.

Enna se puso muy contenta al oír aquello y se preparó para emprender el viaje diciendo a sus amigos que tenía a una tía enferma y se iba por un tiempo, todos se pusieron tristes por su marcha pero le desearon que fuera todo bien y que volviera pronto.

Al día siguiente Enna partió, el viaje fue duro pero por cada pueblecito o granja que pasaba los animales al tratarla enseguida le cogían cariño y la colmaban de atenciones.

Detrás suya fue dejando a animalitos que le cogieron gran afecto.

Por fin llegó el día, desde lo alto del barranco pudo ver un manto de un naranja como el fuego al fondo, el conjunto resaltaba con preciosos destellos, Enna se quedó unos segundos hipnotizada por la belleza.

Cuando se repuso bajó con mucho cuidado, pues era bastante profundo y de difícil acceso, llegó tras varios minutos y arrancó la primera cornilo, parecía una alcachofa pero del centro brotaban tres pequeñitas florecillas blancas, se la comió con algo de recelo pero para su sorpresa estaba gustosa así siguió y siguió hasta comerse bastantes, descansaría un tiempo y volvería a empezar hasta completar las cien del día.

Así estuvo los dos días siguientes y al terminar la última planta, cayó en un profundísimo sueño.

Despertó una semana después con una sed inmensa caminó un poco y oyó el sonido del agua al correr, al doblar un recodo allí se encontraba un río de aguas cristalinas se acercó rápidamente a beber y cuando lo hubo hecho se fijó en el reflejo que le devolvía el agua, ¡ qué sorpresa! la vaquita que le devolvía la mirada estaba muy delgada y era muy bonita, dio saltos de alegría, mirándose una y otra vez, lo había conseguido.

Reemprendió el camino de vuelta pensando en la ropa nueva que se compraría, pasando otra vez por las mismas granjas por las que pasara antes.

Pero al irse los animalitos no se quedaron tan apenados como antes Enna había perdido algo más que los kilitos que le sobraban.

Por el último pueblecito que pasó antes de llegar a su querida granja compró vestidos muy bonitos que le quedaban de maravilla.

Así muy guapa y tiposa llegó a su hogar, los animalitos al verla se quedaron sorprendidos , ¡ qué guapa estás! le decían; sus amiguitas corrieron a su encuentro contentísimas de verla tan bien y se abrazaron muy felices.

Varias semanas después la granja ya no era la misma, no se respiraba alegría y felicidad por todos lados, los animalitos estaban distraídos y tristes. Enna siempre estaba muy cansada, no tenía ganas ni de cantar ni de contar historias, su semblante siempre estaba serio y se encerraba en casa días enteros sólo para dormir.

La situación ya no se podía aguantar más y Rocky el ratoncito, que tenía fama de decir todo sin tapujos, tomó las riendas y se acercó a casa de nuestra vaquita; tocó varias veces la puerta hasta que Enna abrió y habló claramente con ella.

- Enna te voy a ser sincero – le dijo – ahora estarás muy delgada y quizás incluso tú te encuentres más guapa. Pero para nosotros y especialmente para mí no había otra Enna más bella que la que nos dejó hace varias semanas y todos queremos que ella vuelva, la necesitamos.

Rocky se fue y Enna se quedó un buen rato pensativa.

Pasaron dos semanas, después de la charla de Rocky con Enna y nadie la había vuelto a ver más. Cuando de pronto del valle llegó un sonido muy querido y familiar, Enna la Enna de siempre la que todos querían y echaban tanto de menos se acercaba por el camino con su túnica al viento su hermosa voz resonando en el aire y su inmensa alegría colándose por cada rincón.

Los animalitos corrieron a su encuentro y desde ese día volvió la felicidad a inundar la granja.

Tres días más tarde se unió un nuevo miembro al lugar, Feder un apuesto toro que venía de un lejano valle; todas las vaquitas de la granja nada más verlo estuvieron loquitas por él y le colmaban de atenciones, pero Feder sólo tenía ojos para una.

Nada más llegar le había atraído como un imán aquella vaquita que sin hacer otra cosa que ser ella misma lograba que te sintieras bien contigo mismo y con todo lo que te rodeaba.

Y así sin poderlo ocultar por más tiempo se lo confesó a Enna, le pidió que fuera su compañera para siempre; al principio Enna pensó que era una broma, él tan guapo y agradable se lo pedía a ella, una vaquita corriente cuando todas las demás mucho más atractivas, delgadas y guapas estaban coladas por él.

- ¿Porqué yo?, no lo entiendo si tienes a Marga, Felisa, Roberta y a Coral coladitas por ti –le dijo-

Pero Feder le hizo ver la realidad:

- Para mí no existe vaquita más hermosa que tú Enna – le respondió – sólo tú eres capaz de iluminar hasta el día más triste a tu paso.

Y Enna comprendió, comprendió que no importa tener algunos kilos de más que no importa ser un ser común y corriente, que si te muestras como eres siempre habrá alguien que te quiera y aprecie, porque al fin y al cabo así eres tú, irrepetible, y eso queridos míos es más que suficiente.

Si la granja era un rinconcito ideal para vivir, después de la unión de Enna y Feder fue el lugar más maravilloso que jamás nadie pudiese recordar.

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